Outras Cores

quarta-feira, 21 de março de 2012

El salto del ángel

Las otras primaveras

Por: | 21 de marzo de 2012

Primaveras4 -dante-gabriel-rossettiA cada uno de los años de edad de las personas jóvenes los denominamos primaveras. Son pasos que van configurando lo que la propia palabra juventud nos dice como tránsito entre la infancia y la llamada edad adulta. No es tránsito por ser transitorio, sino por ser transición. Tales tránsitos, además de lugares de paso son, como se dice, pasos efectivos. Y conviene que lo sean. Para quien los da y para todos nosotros. Pasos de autonomía y de soberanía personal y social.

Señalan los diccionarios que la primavera, como la juventud, se caracteriza por ser un tiempo de vigor, de energía, de hermosura, y de frescura. Pero no son épocas fáciles ni para los diccionarios ni para las primaveras. Sin embargo, las hay, bien decididas y bien emergentes. Y, como suele suceder, bien complicadas y complejas. Pero a su vez bien necesarias.

Ya no se trata sólo de las primaveras de cada uno, son primaveras colectivas, de comunidades, de pueblos, de países. Esa vitalidad adopta la forma de algo más que un estado de ánimo o de opinión y se constituye en un espacio activo y decidido. No es sólo una reivindicación, es una implicación, un compromiso. Y, entonces, eso de las primaveras nos concierne a todos.

Los necesarios debates sobre las formas de participación y el sentido y el alcance de las instituciones ratifican la importancia de pensar y de vivir una y otra vez el significado de las democracias y de profundizar y ensanchar sus posibilidades. Y este pensar y este vivir siempre requiere experiencias, que han de ser intensas y serias. No tanto, ni sólo, experimentos. Pero concernidos todos, del mismo modo que ningún mal nos es ajeno, ningún bien tampoco. Y hemos de propiciar las primaveras, las primaveras democráticas, las primaveras de personas y de países. Y ello exige hacer valer las buenas razones y las buenas fuerzas.

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Hablamos con frecuencia de las fuerzas de la naturaleza, y menos de la naturaleza de nuestra fuerza, de la fuerza como naturaleza. Y de la naturaleza como fuerza de la movilidad y de los buenos motivos. Ya Aristóteles nos indicó que la physis, que hemos traducido a nuestro modo romano como naturaleza, es sobre todo una acción, la de emerger, la de hacer brotar y surgir, la de lograr que algo insista y persista. Esta fuerza es la clave del movimiento, la clave para llegar a ser otra cosa, la clave de la vida y de la transformación personal y social. Por eso las primaveras son movilización, motivan y emocionan, mueven y conmueven. Y en gran medida se contraponen al inmovilismo, a la resignación, al aburrimiento del puro durar de lo igual. Y por eso las necesitamos tanto. Y no sólo individualmente.

Quizá las primaveras nos impulsan a pensar en qué consiste en verdad moverse. No sólo en desplazarse o trasladarse, también en aumentar o disminuir, en sostener la tensión de las fuerzas en aparente quietud, o en cambiar. Aristóteles emplea entonces términos que bien pudiéramos considerar primaverales. Se trata de aflorar y de florecer, de hacer que algo venga a ser realmente presente.

Esta vinculación entre las primaveras y la movilidad nos llama a una acción constante, fructífera y fecunda de transformación y no sólo a modificar lugares o situaciones, sino a procurar en ellos formas de vida personal, social, económicas y políticas diferentes.

Imágenes: Dante Gaspar Rossetti, Sueño de día (1880) y Cristina Alejos Cañada, El árbol africano (2009)

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