Outras Cores

sábado, 29 de outubro de 2011

Un museo en el museo

Una de las salas del Museo del Prado, durante la instalación de las obras del Hermitage. A la izquierda, Muchacha vestida de negro (1913), de André Derain. A la derecha, Conversación (1909-1912), de Henri Matisse.- FOTO: SOFÍA MORO



La bebedora de absenta (1901), de Pablo Picasso, una de las obras de El Hermitage en el Prado.-

REPORTAJE: EN PORTADA - Año Dual España-Rusia

MANUEL DE LOPE 29/10/2011; El País

El Año Dual España-Rusia culmina, en su aspecto cultural, con la gran exposición de fondos del Hermitage de San Petersburgo que se verá en el Museo del Prado. Un acontecimiento que da pie a una revisión de la nueva literatura postsoviética.

Hay algo enorme y milagroso en ver surgir un velázquez de un cajón de embalaje. Cuatro o cinco personas en bata blanca asistían al acontecimiento como un equipo de médicos y enfermeras dispuesto a intervenir. A pocos metros se colgaba con las precauciones necesarias Descanso en la huida a Egipto de Nicolas Poussin. El maestro francés ha sido una referencia de composición en todos los iconos de la pintura moderna, desde los bañistas de Cézanne a los saltimbanquis de Picasso. La frialdad habitual de Poussin se ve compensada con algunos detalles tiernos. El asno bebe en un pilón, María y el Niño reciben una bandeja de dátiles del tamaño de meloncillos, José sonríe a la mujer que le ofrece un cuenco de agua. El cuadro de Velázquez representa un almuerzo de mendigos y pícaros donde no falta el lujo de un mantel de hilo que valoriza la escena como si fuera un mantel de altar. Es curioso acoger a un velázquez en el Prado. Es como recibir a un miembro de la familia que ha emigrado al extranjero. Uno de los pícaros, con la cabeza rapada al cero para evitar los piojos, levanta el dedo pulgar y sonríe al espectador. A pesar del ambiente despreocupado del almuerzo toda la escena está impregnada de esa indecible melancolía velazqueña que debió ser la melancolía de toda España en la época de los últimos Austrias.

El museo que fundó Catalina la Grande envía al Prado una muestra del tesoro imperial, escultura, artes decorativas y pintura

Cuando yo era joven las obras de arte no viajaban, o viajaban poco, cualquiera que hubiera sido su ajetreada vida anterior. Una vez depositadas en las pinacotecas o en las grandes instituciones culturales las obras de arte parecían alcanzar un descanso definitivo que a veces se trataba de un merecido descanso. Con los riesgos y aventuras que han sufrido algunos cuadros se podrían escribir novelas. Las obras de los grandes maestros nacían en el taller, corrían una suerte diversa según los azares de la historia o de las peripecias de sus propietarios sucesivos y terminaban por disfrutar del sueño de los siglos en la penumbra entonces poco frecuentada de los museos. Museo era sinónimo de panteón. Todo esto ha cambiado mucho. Las obras de arte se mueven. Ahora no nos asombra, pero debería asombrarnos si no hubiéramos perdido nuestra capacidad de asombro, que una selección de piezas del Museo del Hermitage de San Petersburgo se exhiba en el Museo del Prado. Un museo acoge al otro. Es un museo en el museo.

En 1941, San Petersburgo, entonces Leningrado, sufrió el largo asedio de las tropas alemanas, lo mismo que Madrid sufrió un asedio de tres años durante la Guerra Civil. Las colecciones del Hermitage y del Prado fueron parcialmente evacuadas. Los dos museos tienen una épica. El museo que fundó Catalina la Grande envía al Prado una muestra del tesoro imperial, una exhibición de escultura y artes decorativas, y una escogida selección de pintura que va desde los grandes maestros clásicos hasta la modernidad. La exposición ha llegado acompañada por 13 conservadores y funcionarios del museo ruso.

Junto con la selección de pintura, el Museo del Hermitage ha desembarcado en Madrid una cueva de Alí Babá con muestras de la colección de orfebrería. Antiguamente se almacenaba en una dependencia de palacio llamada El Gabinete de las Maravillas. El gusto por la abundancia de oro y joyas es un rasgo de carácter oriental. Buena parte de las piezas exhibidas procede sin embargo de talleres occidentales, incluido el del maestro Fabergé, el famoso fabricante by appointment de los huevos de Pascua del zar. Resulta difícil imaginar que sobre esos tesoros intactos ha pasado la revolución rusa, se ha asaltado el Palacio de Invierno y ha tenido lugar la Segunda Guerra Mundial. Eso dice mucho sobre el genio protector que vela por encima de las mayores convulsiones. Estas joyas brillan ahora como resucitadas de otro mundo, supervivientes y testigos de un Antiguo Régimen casi incomprensible en su esplendor. Cualquiera que sea su rango o su mérito, la orfebrería fatiga pronto la mirada. Uno busca por instinto o por descanso las piezas más sencillas, como esas flores azules, precisamente del taller de Fabergé, que se reconocen como flores familiares de los caminos en los linderos de campos de cereal. Es una sublimación de la naturaleza como hubiera podido describirla un autor místico. Las flores son de esmalte, las espigas son de oro y el vaso de agua, con un efecto óptico que engaña al ojo, está labrado en un fragmento macizo de cristal de roca.

El tesoro arqueológico de los zares forma la colección llamada del Oro Siberiano, el oro de los escitas, un pueblo guerrero, etnológicamente mal definido, del que ya habla Herodoto. Es un arte funerario arcaico, remoto para nosotros, remoto incluso para el mundo eslavo, hallado en las tumbas de sus reyes, desperdigadas por la estepa euroasiática. Algunos broches de formas suaves y bulto casi plano representan motivos violentos y de lucha. Una leona con atributos de cabra y lagarto rompe con las mandíbulas la cerviz de un caballo. La leona es leona y el caballo es caballo. La parte monstruosa de los animales es un recurso decorativo. En la impresión de crueldad y en el motivo mismo de la leona y la víctima se reconoce la influencia de los bajorrelieves de Asiria. Un peine de largas púas representa una escena de batalla. Dos guerreros a pie combaten contra un tercero a caballo sobre el cadáver de otro caballo. Es una instantánea congelada, pero llena de ruido y furia. Su perfil recuerda escenas similares labradas en el mármol de frisos griegos o dibujadas en línea continua en las vasijas negras de Ática. Desde Grecia y Asiria al mundo de los escitas. ¿Cómo se transmiten las formas? Los elegantes brazaletes de sus mujeres han inspirado a Bulgari.

El guardián de toda la exposición es un Perro de Paul Potter con mayor presencia que el retrato oficial de la emperatriz en traje de gran gala. Es un perro de aspecto feroz pero flaco y triste, que ha permanecido demasiado tiempo encadenado. El pintor holandés ha firmado su nombre sobre la caseta del perro como si fuera la puerta de su casa. Me pregunto cuál sería en aquel momento su estado de ánimo. Paul Potter es el autor de un famoso cuadro que representa a un novillo de raza, redondo, bien cebado, que se exhibe en el museo Mauritshuis de La Haya. Entre aquel novillo satisfecho y este perro desgraciado algo debió pasar en la vida del artista.

En la sala de escultura surge un busto de Voltaire por Houdon. Es un Voltaire calvo, escéptico y viejo, con toga de senador romano. La mueca cínica del joven Voltaire de Houdon que está en París se ha transformado en la sonrisa de este viejo desdentado. Trabaja el escultor y trabaja el tiempo. El filósofo librepensador fue unos años el ideólogo por necesidad de la despótica Catalina ilustrada. La emperatriz compró el busto en memoria de aquella relación.

De repente, un San Sebastián de Tiziano. Parece que se abren las puertas, que se nos caen escamas de los ojos. Su presencia se impone en la sala como la presencia del perro. Nada que ver con los sansebastianes torneados. Como en el tenebroso San Sebastián de Ribera se tiene la impresión de contemplar a un verdadero hombre sacrificado, al hijo de aquel Adán expulsado del Paraíso. La organización del museo ha escogido a un Efebo de Caravaggio tocando el laúd como imagen pública de toda la exposición. Mirar cuadros es como sacar cerezas de un cesto. Las cerezas se enredan como los cuadros recuerdan otros cuadros. El adolescente del laúd evoca toda la serie de efebos de Caravaggio dispersada por los museos de medio continente como una incitación al abuso de menores. Hay que pasear la mirada entre este Caravaggio y aquel Tiziano para comprender la distancia entre la sugerencia del placer y la evidencia del dolor.

En la segunda planta, dedicada a la pintura moderna, la mayoría de los cuadros expuestos proceden de aquellos legendarios coleccionistas rusos que emigraron con la revolución. Un gran matisse azul domina la sala. Picasso se halla bien representado con un Bodegón con botella de Pernod de la época cubista, una enorme Mujer desnuda de la época del arte negro, desparramada sobre un diván como una marioneta sin hilos y una triste prostituta a punto de convertirse en un espectro delante de un vaso de absenta. Pero es el gran lienzo de Matisse el que atrae las miradas. A Picasso le hubiera dado un ataque de nervios. Matisse se ha retratado a sí mismo de perfil, prisionero en un pijama de rayas en una especie de estado sonámbulo. Una misteriosa mujer sentada, también de perfil, se funde a medias en el azul de la noche. Todo el cuadro está impregnado de atmósfera onírica. El motivo de la ventana abierta, recurrente en Matisse, se abre sobre las llagas de un jardín sembrado de tulipanes rojos. El arabesco de la barandilla de hierro separa el jardín luminoso de la atmósfera del sueño. Algo hace pensar en la consulta de Edipo a la Esfinge. Seguramente se puede hacer un rosario de interpretaciones pero sólo Matisse sabía lo que soñó aquella noche.

La exposición se cierra con aquello que en la escena final de las películas del cine mudo se llamaba un fundido en negro. La historia empieza con un cézanne inacabado, un remolino de follaje azul que parece inaugurar en la pintura moderna la expresión abstracta del motivo. Y hay un Cuadrado negro de Malévich que parece representar el camino sin salida de la abstracción. Entre aquel cézanne y este malévich sólo pasaron treinta años. Seguramente Malévich llegó a esa intuición temprana en un momento desesperado, pero su Cuadrado negro fue acogido con tal éxito que Malévich lo repitió en varios ejemplares como lo hubiera hecho un buen pintor de oficio. En realidad, por todo lo que anunciaba sobre el largo camino de la pintura abstracta, es un cuadro sobrecogedor.

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El Hermitage en el Prado. Paseo del Prado, s/n. Madrid. Del 8 de noviembre al 25 de marzo de 2012. Exposición patrocinada por la Fundación BBVA y Acción Cultural Española. Manuel de Lope (Burgos, 1949) ha publicado recientemente Azul sobre azul (RBA. Barcelona, 2011. 492 páginas. 24 euros).

segunda-feira, 24 de outubro de 2011

A tinta vermelha: discurso de Slavoj Žižek aos manifestantes do movimento Occupy Wall Street:



Slavoj Žižek visitou a Liberty Plaza, em Nova Iorque, para falar ao acampamento de manifestantes do movimento Occupy Wall Street (Ocupe Wall Street), que vem protestando contra a crise financeira e o poder econômico norte-americano desde o início de setembro deste ano.
O filósofo nos enviou a íntegra de seu discurso para publicarmos em nosso Blog, que segue abaixo em tradução de Rogério Bettoni. Caso deseje ler a versão original em inglês, está disponível no site da Verso Books blogs/736-slavoj-zizek-at-occupy-wall-street-we-are-not-dreamers-we-are-the-awakening-from-a-dream-which-is-turning-into-a-nightmare> (assim como outros comentários de filósofos e cientistas sociais sobre o movimento Occupy Wall Street).


Não se apaixonem por si mesmos, nem pelo momento agradável que estamos tendo aqui. Carnavais custam muito pouco – o verdadeiro teste de seu valor é o que permanece no dia seguinte, ou a maneira como nossa vida normal e cotidiana será modificada. Apaixone-se pelo trabalho duro e paciente – somos o início, não o fim. Nossa mensagem básica é: o tabu já foi rompido, não vivemos no melhor mundo possível, temos a permissão e a obrigação de pensar em alternativas. Há um longo caminho pela frente, e em pouco tempo teremos de enfrentar questões realmente difíceis – questões não sobre aquilo que não queremos, mas sobre aquilo que QUEREMOS. Qual organização social pode substituir o capitalismo vigente? De quais tipos de líderes nós precisamos? As alternativas do século XX obviamente não servem.
Então não culpe o povo e suas atitudes: o problema não é a corrupção ou a ganância, mas o sistema que nos incita a sermos corruptos. A solução não é o lema “Main Street, not Wall Street”, mas sim mudar o sistema em que a Main Street não funciona sem o Wall Street. Tenham cuidado não só com os inimigos, mas também com falsos amigos que fingem nos apoiar e já fazem de tudo para diluir nosso protesto. Da mesma maneira que compramos café sem cafeína, cerveja sem álcool e sorvete sem gordura, eles tentarão transformar isto aqui em um protesto moral inofensivo. Mas a razão de estarmos reunidos é o fato de já termos tido o bastante de um mundo onde reciclar latas de Coca-Cola, dar alguns dólares para a caridade ou comprar um cappuccino da Starbucks que tem 1% da renda revertida para problemas do Terceiro Mundo é o suficiente para nos fazer sentir bem. Depois de terceirizar o trabalho, depois de terceirizar a tortura, depois que as agências matrimoniais começaram a terceirizar até nossos encontros, é que percebemos que, há muito tempo, também permitimos que nossos engajamentos políticos sejam terceirizados – mas agora nós os queremos de volta.
Dirão que somos “não americanos”. Mas quando fundamentalistas conservadores nos disserem que os Estados Unidos são uma nação cristã, lembrem-se do que é o Cristianismo: o Espírito Santo, a comunidade livre e igualitária de fiéis unidos pelo amor. Nós, aqui, somos o Espírito Santo, enquanto em Wall Street eles são pagãos que adoram falsos ídolos.
Dirão que somos violentos, que nossa linguagem é violenta, referindo-se à ocupação e assim por diante. Sim, somos violentos, mas somente no mesmo sentido em que Mahatma Gandhi foi violento. Somos violentos porque queremos dar um basta no modo como as coisas andam – mas o que significa essa violência puramente simbólica quando comparada à violência necessária para sustentar o funcionamento constante do sistema capitalista global?
Seremos chamados de perdedores – mas os verdadeiros perdedores não estariam lá em Wall Street, os que se safaram com a ajuda de centenas de bilhões do nosso dinheiro? Vocês são chamados de socialistas, mas nos Estados Unidos já existe o socialismo para os ricos. Eles dirão que vocês não respeitam a propriedade privada, mas as especulações de Wall Street que levaram à queda de 2008 foram mais responsáveis pela extinção de propriedades privadas obtidas a duras penas do que se estivéssemos destruindo-as agora, dia e noite – pense nas centenas de casas hipotecadas
Nós não somos comunistas, se o comunismo significa o sistema que merecidamente entrou em colapso em 1990 – e lembrem-se de que os comunistas que ainda detêm o poder atualmente governam o mais implacável dos capitalismos (na China). O sucesso do capitalismo chinês liderado pelo comunismo é um sinal abominável de que o casamento entre o capitalismo e a democracia está próximo do divórcio. Nós somos comunistas em um sentido apenas: nós nos importamos com os bens comuns – os da natureza, do conhecimento – que estão ameaçados pelo sistema.
Eles dirão que vocês estão sonhando, mas os verdadeiros sonhadores são os que pensam que as coisas podem continuar sendo o que são por um tempo indefinido, assim como ocorre com as mudanças cosméticas. Nós não estamos sonhando; nós acordamos de um sonho que está se transformando em pesadelo. Não estamos destruindo nada; somos apenas testemunhas de como o sistema está gradualmente destruindo a si próprio. Todos nós conhecemos a cena clássica dos desenhos animados: o gato chega à beira do precipício e continua caminhando, ignorando o fato de que não há chão sob suas patas; ele só começa a cair quando olha para baixo e vê o abismo. O que estamos fazendo é simplesmente levar os que estão no poder a olhar para baixo
Então, a mudança é realmente possível? Hoje, o possível e o impossível são dispostos de maneira estranha. Nos domínios da liberdade pessoal e da tecnologia científica, o impossível está se tornando cada vez mais possível (ou pelo menos é o que nos dizem): “nada é impossível”, podemos ter sexo em suas mais perversas variações; arquivos inteiros de músicas, filmes e seriados de TV estão disponíveis para download; a viagem espacial está à venda para quem tiver dinheiro; podemos melhorar nossas habilidades físicas e psíquicas por meio de intervenções no genoma, e até mesmo realizar o sonho tecnognóstico de atingir a imortalidade transformando nossa identidade em um programa de computador. Por outro lado, no domínio das relações econômicas e sociais, somos bombardeados o tempo todo por um discurso do “você não pode” se envolver em atos políticos coletivos (que necessariamente terminam no terror totalitário), ou aderir ao antigo Estado de bem-estar social (ele nos transforma em não competitivos e leva à crise econômica), ou se isolar do mercado global etc. Quando medidas de austeridade são impostas, dizem-nos repetidas vezes que se trata apenas do que tem de ser feito. Quem sabe não chegou a hora de inverter as coordenadas do que é possível e impossível? Quem sabe não podemos ter mais solidariedade e assistência médica, já que não somos imortais?
Em meados de abril de 2011, a mídia revelou que o governo chinês havia proibido a exibição, em cinemas e na TV, de filmes que falassem de viagens no tempo e histórias paralelas, argumentando que elas trazem frivolidade para questões históricas sérias – até mesmo a fuga fictícia para uma realidade alternativa é considerada perigosa demais. Nós, do mundo Ocidental liberal, não precisamos de uma proibição tão explícita: a ideologia exerce poder material suficiente para evitar que narrativas históricas alternativas sejam interpretadas com o mínimo de seriedade. Para nós é fácil imaginar o fim do mundo – vide os inúmeros filmes apocalípticos –, mas não o fim do capitalismo.
Em uma velha piada da antiga República Democrática Alemã, um trabalhador alemão consegue um emprego na Sibéria; sabendo que todas as suas correspondências serão lidas pelos censores, ele diz para os amigos: “Vamos combinar um código: se vocês receberem uma carta minha escrita com tinta azul, ela é verdadeira; se a tinta for vermelha, é falsa”. Depois de um mês, os amigos receberam a primeira carta, escrita em azul: “Tudo é uma maravilha por aqui: os estoques estão cheios, a comida é abundante, os apartamentos são amplos e aquecidos, os cinemas exibem filmes ocidentais, há mulheres lindas prontas para um romance – a única coisa que não temos é tinta vermelha.” E essa situação, não é a mesma que vivemos até hoje? Temos toda a liberdade que desejamos – a única coisa que falta é a “tinta vermelha”: nós nos “sentimos livres” porque somos desprovidos da linguagem para articular nossa falta de liberdade. O que a falta de tinta vermelha significa é que, hoje, todos os principais termos que usamos para designar o conflito atual – “guerra ao terror”, “democracia e liberdade”, “direitos humanos” etc. etc. – são termos FALSOS que mistificam nossa percepção da situação em vez de permitir que pensemos nela. Você, que está aqui presente, está dando a todos nós tinta vermelha.