Outras Cores

segunda-feira, 26 de março de 2012

Cuando la vanguardia llevó el arte a la vida

Una exposición con 700 piezas de dos colecciones particulares ilustra el impacto de los movimientos de comienzos del XX en el diseño gráfico y la tipografía

Madrid 23 MAR 2012 - 2

Cartel de cine de 1926. / COLECCIÓN MERRILL C. BERMAN

Hubo un momento en la historia en que el arte se diseminó en todas las esferas de la vida diaria. Los artistas que protagonizaron ese periodo querían que sus obras se plasmasen en cada rincón de lo cotidiano. Del impacto que ello provocó en el diseño gráfico y la tipografía trata La vanguardia aplicada (1890-1950), la exposición que la fundación Juan March inaugura el 30 de marzo y en la que se muestran carteles, libros, revistas, folletos, postales… y así hasta cerca de 700 piezas pertenecientes a dos coleccionistas privados, el estadounidense Merrill C. Berman y el empresario santanderino José María Lafuente.

La exposición recoge obras de 250 artistas de 30 países, un apoteosis de signos y formas que, como puede comprobarse en el recorrido, se trasladó a la propaganda política, la publicidad, los medios de comunicación, el cine... Entre los artistas, figuras como Depero, Kokoschka, Marinetti, Lászlo Moholy-Nagy y Ródchenko.

Dos años de gestación

La vanguardia aplicada (1890-1950) "comenzó a gestarse hace dos años", señala el director de exposiciones de la fundación, Manuel Fontán del Junco, quien destaca que para la puesta en escena ha sido fundamental el papel de "curadores" de los mismos Berman y Lafuente, que han seleccionado obras de su ingente colección. Ambos, separados por unos veinte años de edad, han podido conocerse gracias a esta gran muestra. El estadounidense, poseedor de unas 30.000 piezas, ha dedicado casi 40 años al coleccionismo, más de 20 en el caso del español, del que proceden 450 de las obras mostradas. Se trata de una gran oportunidad porque los fondos de Berman y Lafunete habían sido casi inaccesibles para la mayoría del público.

Al coleccionista estadounidense le vino esta pasión por sus padres, enamorados de las antigüedades americanas. De acumular arte, sobre todo contemporáneo, pasó a interesarse por el arte gráfico, de manera especial cartelería. Mientras que Lafuente lo hace porque tiene un proyecto: "Una cartografía de las vanguardias históricas nacionales a través de documentos históricos", dice este empresario del sector lácteo en una entrevista incluida en el catálogo de la exposición. La misión que quiere cumplir Lafuente no la han cumplido en España ni colecciones privadas ni museos.

Ambos coleccionistas, separados por 20 años de edad, se han conocido gracias a esta muestra

En la Fundación Juan March, Manuel Fontán subraya que "esta no es otra exposición más de tipografía y diseño gráfico, sino una exposición de arte de vanguardia". "En los 175 carteles puedes reconstruir lo que pasó en 28 países durante medio siglo". En ese apartado brillan los afiches de la era soviética, en la que "el Estado asumió el arte de las vanguardias", y los de cine. Además, seis secciones, separadas en vitrinas, ayudarán a los visitantes a comprender la evolución en la aplicación de tipografía y el diseño gráfico. Una de las curiosidades de la muestra es el apartado dedicado a los inicios de la infografía, con carteles "que obvian el texto para contar, por ejemplo, la multiplicación de los conejos en un plan quinquenal soviético", explica Fontán. También están los grandes manuales de la tipografía, los inicios del fotomontaje, los 14 números de la colección de libros de la Bauhaus, formatos raros, libros de cerámica... un festín.

Quienes visiten la fundación se harán así una idea meridiana de cómo a finales del siglo XIX "las vanguardias artísticas comenzaron a aplicar sus ideales en todas las esferas de la sociedad con gran libertad en las formas y el lenguaje", añade Fontán. "Su mensaje era: se acabó el arte por el arte. Aquellos artistas exploraron nuevos límites y abrieron muchas posibilidades, especialmente en los años veinte y treinta". Aquellos carteles, cubiertas de libros, desplegables o tarjetas que se produjeron no fueron considerados entonces obras artísticas porque tenían una utilidad. Pero más de un siglo después nadie duda de la potencia visual de estos objetos nacidos del futurismo, el dadaísmo o el constructivismo, y hoy sí tienen su espacio en el arte.

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